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Campa
montado en su caballo bayo,
con
un fragor que es del sonido nido,
como
el clamor de un estallido ido,
el
resonar de un aclamado hado.
Cabalga
en el abandonado vado,
genera
un explosivo ruido, ruido;
apresurando
su divino sino
embiste
contra su pasado dado.
Prosigue
su árido trayecto, recto,
repiquetea
su armadura dura,
descomponiendo
todo recoveco.
Y
pese a todo su herradura dura,
lo
asola todo cual perfecto Hefesto,
y
poco a poco su locura cura.
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