Venus

Venus

jueves, 29 de marzo de 2012

Don Quijote moderno

"En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda..."
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Un plato de algo más pollo que ternera, ensalada las más noches, pizza los sábados, menú de cafetería los viernes, algún tupper de comida materna de añadidura los domingos, consumían las tres partes de lo que declaraba a Hacienda. El resto dello concluían camisa de Zara, corbata de Dustin para las fiestas, con su americana de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su chándal para ir más cómodo. Tenía en su casa una tele que pasaba de los años noventa y un colchón que casi llegaba casi a los veinte, y un casero que así ensillaba al rocín como reparaba la antena del televisor. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los veinticinco años. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro y amigo de la fiesta y la jarana en general. Quieren decir que tenía el sobrenombre de “el Quijo” o “er Kijóh”, que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben, aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba Fernando. Pero esto poco importa a nuestro cuento: basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad, o se salga poco al menos.
Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo - por llamarlo de alguna manera -, los ratos que estaba ocioso - que eran los más del año, y del día -, se daba a Internet y al periodismo del corazón, o prensa rosa, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza y el ejercicio en general. Y así pasaba las tardes y las noches - por las mañanas dormía -, visionando todo tipo de programas, donde podía oír cosas como: “la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, es la razón de que Fulana de Tal ponga de cornudo a su marido”, o como “los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican y os hacen merecedora de estar en boca de toda la prensa de España”.
Con estas razones perdía el pobre caballero - de vez en cuando motero - el juicio, y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni los entendiera el mesmo Aristóteles, si resucitara sólo para ello. Consagró este joven su vida a estos programas con tanta fuerza y fe, que empezó a asistir a ellos como público, y soñaba con participar en las tertulias.
En resolución, él se enfrascó tanto en su tontuna, que se le pasaban las noches entre programas grabados y los días - dejó de dormir por las mañanas incluso - entre programas en directo; y así, del poco dormir y del poco pensar, se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía todo aquello que veía en la tele, así de infidelidades como de romances, bodas, berrinches, discusiones, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que veía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo. Perdió tanto el contacto con la realidad, que olvidó su lenguaje habitual y pasó a decir cosas como “yo no he venido aquí por dinero, he venido a que la gente deje de hablar de cosas que no sabe”, “yo entiendo que estéis haciendo vuestro trabajo pero necesito de mi intimidad”, o incluso “yo por mi hija mato”.
En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su democracia, hacerse tertuliano e irse por toda España con su bloc de anotaciones a buscar las aventuras o a inventárselas, y a ejercitarse en todo aquello que él había visto que los tertulianos se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio y poniéndose en ocasiones y peligros donde, acabándolos, cobrarse eterno nombre y fama. Sí, a eso se dedicaban los tertulianos, ni más ni menos, y él pensaba hacerse un nombre en este noble aunque poco reconocido oficio.
Limpias, pues, sus armas, afilados su lengua y su cerebro, puesto nombre a su programa, y confirmándose a sí mismo, se dio a entender que no le faltaba otra cosa, sino buscar una dama a la que desacreditar, porque el tertuliano sin sus tretas, era árbol sin hojas y sin fruto, y cuerpo sin alma. Y fue entonces cuando nuestro caballero-tertuliano tuvo a bien escoger una dama y perseguirla, fotografiándola sin temores y enfrentándose a todo tipo de guardias de seguridad, como valiente hombre que era, fue entonces, decíamos, cuando el Ingenioso Hidalgo Don Fernando fue denunciado por acoso y obligado a pagar una multa con la que podría haber comprado tres o cuatro rocines de motor V12 cuanto menos. Regresó Don Fernando al hogar - al hogar de su madre nos referimos - y allí retomó la cordura y la calma, volviendo a sus estudios y a sus pasatiempos, olvidando todo lo ocurrido en aquel rapto de locura, y jurándose no volver a cometer tales atrocidades nunca más en su vida.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Contrafáctico

"Es esa curiosa contradicción entre albedrío y destino la que define al hombre".
Gilbert Keith Chesterton, escritor británico.


Podríamos haberlo sido todo y no fuimos nada,

y ahora estamos aquí sentados, lamentándonos.

Entre tú y yo, un metro de infinito,

y a nuestro alrededor el vacío y la nada.

Comiéndonos con los ojos y añorándonos,

así estaríamos de habernos conocido.

Podríamos haberlo sido todo de ser tú y yo,

siendo los dos podríamos,

si otros no hubieran aparecido,

o si no nos hubiésemos dejado llevar por el rencor.

O si me hubiera atrevido a hablarte aquel día,

o si hubieses escuchado aquella canción.

Si me hubiera encontrado con tus ojos

o si hubiera contestado a esa media sonrisa,

o si aquel café no nos hubiera sabido a despedida.

Podríamos, y maldigo

el sabor amargo de los posibles,

el pensamiento contrafáctico

y el rastro que dejaron

esos amores que fueron invisibles.

lunes, 19 de marzo de 2012

Filosofía del proyecto y filosofía diferencial

"¿Qué sería de la vida, si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo?".
Vincent Van Gogh

   Después del realismo cómico-depresivo (resumido en la frase "la vida es una mierda, así que ríamonos de ella) llega un modelo filosófico mucho más optimista. En principio no lo es, sin embargo, pues se basa en que nada produce placer de por sí. Me explico; llevas cinco semanas estudiando para las oposiciones, haces el examen, apruebas con nota, consigues un trabajo, ¡Sí, lo has conseguido! Y ya. Ahora, a trabajar todos los días levantándote a la misma hora. Te aburrirás de ello en dos semanas. Estás intentando beneficiarte a la tía buena del insti durante años, y al fin lo consigues. El polvazo de tu vida... Y ya. Te marchas a tu casa y ella a la suya y no volvéis a tener ningún otro encuentro. Que sí, que te has quedao más a gusto que nada, pero... ¿Eso es todo?
   La filosofía del proyecto viene a decirnos que el nivel de felicidad en el momento de planificar y elaborar nuestros objetivos es mucho mayor que el nivel de felicidad en el momento de conseguirlos, y muchísimo mayor que la felicidad una vez que los has conseguido. Es el placer de la búsqueda, de la esperanza, incluso de la caza. ¿Cómo mantenerlo? Preparando día a día nuevos proyectos, nuevas acciones, manteniendo siempre la ambición, nunca conformándose. Proyecto tras proyecto.
   Es totalmente compatible esta filosofía con la llamada filosofía diferencial. La filosofía diferencial nos permite encontrar felicidad en la consecución de nuestros proyectos. Cuando consigues crear una obra de arte y es acogida como una buena obra, eres feliz. Cuando la siguiente obra es acogida como una obra maestra, eres más feliz. Pero si la tercera obra es acogida como una buena obra simplemente, ya no te haría ni pizca de gracia. Porque has vivido acostumbrado al resultado más alto, obra maestra. En resumen, todo resultado obtenido sólo se valora en función de si ha mejorado o no tus resultados anteriores, de las diferencias con ellos. Conseguir día a día resultados mejores aumentará nuestra felicidad mucho más eficazmente que conseguir cosas simplemente.
   Y ahora, unas aclaraciones:
- La estabilidad puede sustituir a la novedad de los proyectos (parejas, noviazgos, puestos de trabajo vocacionales...etc.).
- Todo esto es evidente, ambas filosofías. Sí, claro, es evidente ahora que lo has leído...
- Ambas filosofías son ideales para jóvenes, artistas, creadores, empresarios y demás gente ambiciosa, también ideal para personas de moralidad laxa si las interpretan de maneras distintas a la mía.

lunes, 12 de marzo de 2012

Madrid era una fiesta


 
“Aprendió a pensar pero no supo ya volar, porque había perdido el amor al vuelo y no hacía más que recordar los tiempos en que volaba sin esfuerzo”.

                                                                                    Ernest Hemingway


            Madrid era una fiesta aquel día. No era una fiesta en las enormes discotecas hasta los topes ni en los parques repletos de bebedores. Madrid era una fiesta en el centro, en Sol y en Gran Vía, en Callao, en Fuencarral, en todas esas partes llenas de luz en plena madrugada, donde la gente a la que te encuentras siempre es diferente. En cuanto a mí, solía beber con mis amigos en pequeñas cervecerías o garitos de La Latina, y fue allí donde Madrid para nosotros fue una fiesta aquel día, porque conocimos a Ernesto Corredor.
            En realidad no se llamaba Ernesto, pero se hacía llamar así porque decía ser la reencarnación del mismísimo Hemingway. A su favor, nació el 2 de julio de 1961, el mismo día que murió el escritor, y escribía a sus momentos más sentidos y ahogaba sus penas en alcohol como él, sólo que nuestro Ernesto no parecía haber sufrido mucho en la vida. En su contra, era un viejo excéntrico al que se le veía deambular por cafeterías y cervecerías contándoles a todos razonamientos disparatados e historias difíciles de creer. Pero escribía bien, eso debo reconocerlo. Tenía un toque agridulce de escritor vagabundo y denunciante social que recordaba precisamente a la Generación Perdida de Hemingway, ese punto de nostalgia depresiva y pesimismo asombrosamente encantador. Ernesto Corredor había sido enólogo durante años y lo único que le apasionaba en este mundo, y a su edad, era la literatura y el vino. En los cafés literarios de Malasaña, donde yo a veces iba a escribir alguna crónica periodística o alguna mala poesía, siempre se le veía bebiendo vino y mirando los libros que allí se ofrecían. Cogía la copa con sumo cuidado, la miraba con ojo de experto y la olisqueaba a mitad de camino entre un elegante galán italiano y un sabueso buscando el rastro de un malhechor. Seguidamente, te hacía acertados comentarios sobre su textura y su olor, y si era dulce, abocado o seco, si repetía o cambiaba su aroma, y mil cosas más, y luego se lo bebía todo de un trago, haciéndote ver que disfrutaba mucho más de ello que cualquier otro, porque sabía cómo disfrutarlo.
            Las personas de su alrededor lo tenían como un viejo chiflado, o como un genio loco los más benevolentes, y de mis compañeros y amigos yo era el único que se atrevía a hablarle. En los últimos días en los que nos vimos, se acercaba a mí con su copa de vino, pasando el dedo por el borde, y sonaba como un silbido. Me comentaba la cosecha que era y yo no me enteraba de nada de lo que me decía, pero para demostrarme que sabía lo que se hacía, me invitaba a una copa, y yo no podía hacer más que darle la razón. Me enseñó mucho sobre narrativa y poesía, pues el condenado sí que tenía la prosa de Hemingway, y era un erudito de sus escritos. Mis poesías eran complejas y cargadas de recursos literarios superpuestos, como sintetizada a partir de todo lo que había aprendido en el colegio. Y él me dijo que no podía ser de esa manera, que todo había de ser mucho más simple, descripción emocional lacónica y concentrada, palabras que no están escritas pero que aun así pueden leerse. Su redacción era siempre muy real y muy nítida, muy cruda, te hacía pensar. Me daba mucha lástima porque a pesar de todo seguía creyendo que era la reencarnación de Hemingway, o al menos seguía repitiéndoselo hasta la saciedad. En ningún momento le dijo a nadie que fuera una broma o que no iba en serio, siempre lo defendía hasta el final ante cualquiera que se lo negase.
            En una ocasión le pregunté por qué no intentaba publicar algo de lo que escribía. Hizo silbar su copa con el dedo, tomó un sorbo, lo paladeó bien y aspiró hondo para liberar sus sabores ocultos, y entonces me dijo que Hemingway era un escritor aficionado al vino, y él era un vinicultor aficionado a la escritura.
            Al cabo de unos meses desapareció, y murió al cabo de otros tantos. Me costó horrores enterarme, a través del dueño de un pequeño café literario en Tribunal, de que Ernesto se aquejaba de un cáncer de páncreas desde hacía tiempo, y sus últimos meses los pasó en el hospital. Nadie sabe cómo ni si fue enterrado. Lo que sí supimos es que Ernesto tenía varios libros publicados hacía años, que aquí en España apenas tuvieron acogida pero que en Sudamérica eran considerados como obras maestras. Aquí considerábamos a Ernesto como un viejo desequilibrado, pero allí le creían de verdad la reencarnación de Hemingway.
            Madrid seguía de fiesta aquel día a pesar de la muerte de Ernesto, cosa que él mismo agradecería, pues no querría que nadie le echara de menos. Las calles seguían repletas de gente y los garitos estaban a reventar, todos bebían y cantaban y bailaban sin él, como si nada. Sólo yo, posiblemente su único amigo en los diez últimos años, lloraba su pérdida mientras que bebía de un vino ácido y malo a las once de la mañana en un bar. Ernesto Corredor había volado mucho y muy alto, había olvidado su vuelo, había aprendido a pensar y había olvidado sus pensamientos, y en sus últimos años sólo guardaba la leve sensación de algo que había hecho y que no recordaba muy bien, como el regusto amargo de lo que había sido dulce mucho tiempo atrás. La percepción de una muerte cercana le hizo querer dejar huella entre nosotros los jóvenes, y conmigo lo consiguió. Me tomé el último sorbo de mi copa pensando en los otros muchos hombres geniales que habrían llevado una vida horrible, porque su mismo talento les mataba por dentro.

domingo, 4 de marzo de 2012

Filosofía del hombre moderno I - El Realismo Cómico-Depresivo.

Memorias de un hombre de ciudad:

"No se me dan bien los consejos, ¿Te sirve un chiste?".
Chandler Bing.

Buenos días, o tardes, o noches. Qué más da, si en realidad no son buenos. Me levanto cada mañana y me visto de traje, camisa y corbata, porque así parece que soy un ciudadano ejemplar y que no fumo ni bebo ni tengo el ordenador infestado de pornografía, con lo cual consigo seguir con mi empleo y que no me despidan, y así ganar más dinero para poder comprar tabaco, alcohol y un ordenador en el que se me descargue más rápido la pornografía. Podría irme de prostitutas (por decirlo bien), pero es inmoral, y... bah, que hay que llamar, o desplazarse, y da pereza, para qué mentir. Tengo un trabajo administrativo cuyo nombre muchas veces no recuerdo, comparto piso con un fumeta y he tenido dos novias a lo largo de mi vida, ¿Y qué me queda?
A fin de cuentas, todo es un chiste. Lo dijo Charles Chaplin, y los hombres que llevan esa clase de bigote no suelen estar equivocados. El caso es que, ¿Qué te da la vida? Lo normal es que nazcas sin ningún tipo de vocación y que si la tienes no tengas la suficiente suerte, lo normal es que no te enamores nunca y que si te enamoras no se enamoren de ti y si corre la suerte de que tu amor sea correspondido lo normal es que tu relación acabe a los tres o cuatro años. Pero no estoy triste, voy a demostrarlo: "jaja xDD". Efectivamente, lo único que te queda es gente igual de desafortunada que tú, de la que, ¡Tachán! ¡Te puedes reír! ¿Qué te brinda la vida, si no oportunidades de reírte una y otra vez? Oculta lo suficiente tu infelicidad como para parecer mejor que el resto y ríete de ellos, o ríete con ellos, como prefieras, eso ya va en gustos. La gente puede decepcionarte una y otra vez, pero las series... Oh, las series. ¿Cuándo te han decepcionado "Los Simpson", que acuden siempre puntuales a su cita? Aprovecha y ríe y no te esfuerces mucho en hacer nada, deja pasar la vida con calma y diviértete, de todo hay una anécdota y una historia graciosa, sé un payaso, todos lo somos, tú sólo te distinguirás en darte cuenta de ello. Y confórmate con que no te dé un infarto, que poco más puedes pedir. =)

Nota del Autor: El autor del presente texto no se siente triste ni deprimido, simplemente expone el primero de los sistemas filosóficos útiles para cada estado de ánimo. El Realismo Cómico-Depresivo es ideal para salir ileso de cierto tipo de sucesos traumáticos no mortales (rupturas, despidos) e ir recuperando el humor normal y saludable, tras lo cual se puede pasar a otros sistemas de pensamiento.

jueves, 1 de marzo de 2012

Filosofía del hombre moderno.

     Durante años (durante miles de años), ha habido muchas personas (miles de personas, más inteligentes y sabias y más trabajadoras y mejor formadas que nosotros) que han hecho denodados esfuerzos y se han esmerado toda su vida por llegar a conocer lo que ellos llaman “la Verdad”. De todos estos, sólo algunos se han llegado a dar cuenta de que la Verdad es cambiante y engañosa y muy zorra y de que lo mejor que podemos hacer con ella es adaptarnos a sus extravagantes caprichos para ser felices.
     Me explico: Te acaba de dejar la novia y te han echado del trabajo y vuelves a casa de tus padres con el rabo entre las piernas, fracasado total. Y entonces piensas que el mundo es cruel e injusto y que en esta vida sólo se llevan lo que quieren las personas más malas y lamentables, y que los puros y buenos de corazón sólo se llevan palos en la vida. Y es cierto. Pero luego aparece la chica de la que estabas enamorado en tu infancia y encuentras en un folleto de publicidad una entrevista de un trabajo perfecto, y te lo dan, por supuesto, y te vas con la chica. Y entonces piensas que al fin te ha llegado la justa recompensa, que todos aquellos que se portan bien en este mundo, si tienen la suficiente paciencia, llegarán a su merecido paraíso. Y es cierto, también.
     La filosofía que cada uno de nosotros tiene no es otra cosa que un modelo explicativo de la vida y como todo modelo científico (o “científico”) cambia según las modas del momento; cada momento de la vida tiene una filosofía concreta y lo que yo pretendo con estas palabras es que el hombre de a pie pueda decir “hoy me siento nihilista”, o “estoy más platónico que otra cosa, esta mañana”. Pero como todas estas filosofías no son mías y además no son tan concretas y precisas como las que planteo, me gustaría que leyerais las propuestas que pienso hacer en siguientes entradas. Filosofías para cada momento, filosofías para poder sentirnos de una manera y comprender nuestros sentimientos y enmarcarlos en una teoría tan efímera y fugaz como lo es  absolutamente todo en el siglo XXI. Filosofía del hombre moderno.