Con el transcurrir de los años, la adolescente serena y
despreocupada que era Lucía pasó a recrearse un poco más en su belleza, aunque
siempre de forma sobria y elegante; dejó la diadema al fin y peinó su melena
negra con un flequillo de medio lado, comenzó a elegir cuidadosa y
detalladamente su vestuario, incluso a diseñarse a veces sus propios vestidos, y
con el escaso maquillaje que utilizaba hizo maravillas. Tuvo siempre a Coco
Chanel y a Edith Head por las más grandes, y gustó de usar a ratos la traviesa y
joven hermosura de Audrey Hepburn y a ratos la sensualidad sofisticada de Sofía
Loren, pero también aprendió de la refinada elegancia de Catherine Zeta-Jones, o
de la templada sencillez de Diane Kruger, en todas ellas y en muchas otras
encontró algo de lo que inspirarse, y sin embargo siempre de forma modesta y
personal, discreta, pero mujer y bella al fin y al cabo, y siempre con una
mirada propia y llena de identidad, nunca sometida a nadie, haciendo gala de un
eterno embrujo de fuego helado, tierna y encantadora y a la vez terrible. Y con
esos ojos que a todos embelesaban, pero que miraban sólo con cuerda curiosidad y
gracia, mas con amor únicamente a uno; pudo sentirse él en estas ocasiones el
más afortunado del mundo.
Fragmento de "Paraíso", libro en construcción.
vamos bien amigo, me gustó
ResponderEliminarsaludos