Venus

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jueves, 30 de agosto de 2012

Paraíso (II)

- Te quiero. -le dije. - Te quiero mucho. La acaricié por el cuello y la besé en la mejilla. Su respuesta fue un suave suspiro. Tenía los ojos entornados y estaba cansada y satisfecha. Casi se diría que ronroneaba como una adorable gata panza arriba.

Cualquier otro se hubiera comido la cabeza con esto; le había dicho “te quiero”, y ella ni siquiera había contestado. Eso es porque hay parejas, y son la gran mayoría de las parejas de este mundo, que tienen miedo a decirse que se quieren el uno al otro. Empiezan conociéndose en una discoteca, se besan antes de llegar a intercambiar dos palabras, se acuestan. Vuelven a besarse, vuelven a hacer el amor, hasta que un día deciden que sí, que como hacen esto todos los días, tienen que ser novios, suponen ellos. Esas parejas no suelen durar mucho, y sin duda nosotros no éramos una de ellas. “Le he dicho te quiero”; para la gente de la que hablo esto implica una especie de cambio de nivel, un paso importante. Nosotros llevábamos diciéndonos lo mucho que nos queríamos desde los ocho años, así que bien podía decirme lo que me quería cuando le viniera en gana, quedarse acurrucada en la cama en vez de contestarme o llamarme un día cualquiera a las tres de madrugada para decírmelo a gritos; habíamos llegado a un punto en el que podíamos decirnos justo aquello que sintiéramos y justo en el momento en el que lo sentíamos, y eso sí que era un auténtico Paraíso.

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