Venus

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martes, 24 de abril de 2012

Alétheia

“Para las personas creyentes, Dios está al principio; para los científicos, al final de todas las reflexiones.”
Max Planck, físico alemán y padre de la teoría cuántica.
           
            Hubo una vez en que un hombre sabio entre sabios tuvo una revelación; estudioso de la alquimia y de la física, y de cualquier ciencia que lo ayudase a comprender las más profundas verdades del universo, este hombre al fin alcanzó el conocimiento eterno. Enfrascado en sus pensamientos durante años, encerrado entre fórmulas y tubos de ensayo, el Sabio al fin encontró la Verdad del cosmos. Encontró el porqué de la vida humana, encontró la esencia del amor, desveló el secreto de la belleza, supo qué diferenciaba al bien del mal, todo eso y mucho más halló el Sabio aquel día. Fue nuestro Sabio el primer miembro de la raza humana que con la ciencia llegó a conocer a Dios y a mirarlo cara a cara, “he destapado todos tus misterios”, le dijo, y Dios le sonrió. “No podrás soportarlo”.
            Y no pudo. Cuenta la leyenda que el Sabio se suicidó cuatro horas después de comprender sus fórmulas, abrumado por la inmensidad del mundo y por su sencillez al mismo tiempo. Y otros muchos intentaron lo mismo que él aun sabiendo que si llegaban a lograrlo morirían de dolor y de miedo, y sin embargo lo intentaron sin pensárselo dos veces. Mas no lo lograron.    

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