Venus

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miércoles, 1 de febrero de 2012

El bebedor

"La madurez del hombre es reencontrar la seriedad con la que jugaba cuando era niño".
Friedrich Nietzsche

El bebedor dejaba que aquel líquido ardiente bajase sin prisa por su garganta, pues tenía todo el tiempo del mundo para estar sentado a la barra. Con toda la calma pagaba, se servía y se trasegaba una tras otras las copas de bourbon que le iba poniendo el camarero. Aunque de primeras tenía un sabor acaramelado, el bourbon siempre acababa sabiéndole amargo al beber varios tragos. Como la vida misma.
Con la mirada perdida y la cartera vacía, el bebedor comenzó a fijarse en lo que había a su alrededor. Los drímers, fantasmas de sus pesadillas, una vez más estaban allí. Su ex mujer era una drímer y lo abandonó sin el menor atisbo de piedad, y desde entonces había aprendido a reconocer a los que eran como ella. En apariencia, los drímers eran personas completamente normales; no vestían de ninguna forma especial ni tenían un trato extraño con el resto. Pero siempre tenían el comentario oportuno o el gesto preciso para encantar al mundo. Se les distinguía aún mejor cuando estaban solos; fijaban su mirada en un punto y podían quedarse así minutos enteros, sonreían sin ninguna razón y en general no se podían estar quietos. Todo lo que veían les afectaba de una manera u otra y lo demostraban con claridad; de hecho, no era infrecuente verles tener a cada uno una conversación en voz alta consigo mismo.
El bebedor estaba harto de los drímers, pues aunque nadie lo supiera, salvo él y unos pocos más, los drímers controlaban sus vidas; escribían los libros que él leía, componían los discos que escuchaba y actuaban en las películas que veía. Cuando los drímers se quedaban solos, se dedicaban a crear y crear, desde hermosas canciones y poesías hasta gigantescos edificios metálicos. Un drímer no es otra cosa que un dreamer, un soñador, mal pronunciado en la nebulosa mente de un borracho. Los drímers están en todas partes, y el bebedor los odia porque pueden disfrutar de la vida de mil formas distintas y mejores que las que él conoce. Malditos drímers, algún día acabaría con todos. Se levantó y se fue de allí, intentando quitárselos de la cabeza sin demasiado éxito.

3 comentarios:

  1. Qué ganitas de leer tu libro, drímer!

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  2. Interesante primer relato, Emmanuele Young estaría orgulloso.

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  3. Nada aquí tiene desperdicio, pero me quedé en el post de "Sueños", donde el más loco y el más felíz es el que seguramente ama atreviéndose a soñar.
    Felicitaciones por tan bello lugar.
    Saludos

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